La noche oscura. El día que decidí terminar con mi vida... y viví.
- Wen
- 30 sept 2020
- 5 Min. de lectura
Recuerdo la noche de ese día como si fuera ayer. Olía a soledad, nostalgia y tristeza, un día antes había cambiado de look; corté mi cabello a lo mínimo y lo pinté del color que siempre quise, rubio. Mientras esperaba las largas horas en el salón de belleza solo podía recordar y sentir en mi espíritu el dolor que me había causado ese enorme monstruo con el que había estado peleando por tanto tiempo; la depresión. La depresión es un dementor que solo roba todo y te deja en los huesos, mina a la mínima expresión tus ganas de vivir y lo que antes te daba felicidad, ahora es solo es un sentir sin sentir, como comer un puré de papa sin sabor.
Recuerdo tratando de pasar las horas pensando que ahora sí todo mejoraría, que mi cambio de pelo sólo representaba mi nuevo ser. Pero nada mejoró. Al día siguiente de mi cambio de look, recuerdo, tuve una pelea y cruzaron palabras que me lastimarían, palabras que me orillaron a creer tomar una decisión, una decisión errónea. Sin embargo, hoy sé que no fue culpa de esas palabras lo que me orillaría a vivir la noche oscura, yo ya estaba hundida en el dolor hace mucho tiempo, y ese dolor solo me orillaba al precipicio.
Cuando decidí, pasó que esa tarde busqué la manera más efectiva y menos dolorosa (siempre le he temido al dolor) de acabar con tanta pena en mi alma. Es difícil explicar un dolor que no se ve, cuando alguien se rompe un pie todos lo sienten, cuando alguien tiene cancer, todos se compadecen, cuando alguien tiene diabetes todos lo comprenden pero ¿cómo explicar cuando el dolor está en todo tu ser pero las señales no son evidentes? Un pie se ve, la diabetes se ve, el cancer se ve, la depresión ... no, no se ve. La depresión es una enfermedad espiritual que no se ve y que, sin embargo, sí se manifiesta en el cuerpo; en silencio va drenando cada parte de ti, te va quitando todo, la motivación, las ganas, la fuerza... y, de poco a poco, va acabando con la persona que una vez fuiste. Nadie ve qué tan mal estás hasta que, tal vez, es demasiado tarde.
Esa noche, me levanté a media noche, recuerdo haberme parado, bajado las escaleras, buscar en la alacena lo que necesitaba, según yo, para acabar con el dolor: mi alma se sentía vacía, aun cuando había orado, ¿cómo una hija de Dios podía sentirse así?, me preguntaba. Y, con ese vacío, lo único que me quedaba era apagar el dolor, o eso creía. Bajé, busqué en una cajita, y recuerdo haber puesto 20 de eso que necesitaba, las puse en fila; una hilera de 10 y otra hilera de 10. Me gustan los números pares. A su vez, tomé un lápiz y un papel, empecé a escribir con lágrimas en los ojos las que pensé serían las últimas palabras que leerían los que me querían; sentía que le haría bien a todos y todas, a mi familia, a mis amigas, a todos. Pensé que el mundo estaría mejor sin mí y que las personas que amaba ya no tendrían que soportarme, ni a mí ni a mi depresión. Recuerdo escribiendo palabras a cada persona que amo, mis papás, JC, mi hermano, mi prima, mis tías, mis abuelitos, etc., no quería que sufrieran pero pensaba que era lo mejor. Una vez terminé, cerré la carta, la puse sobre la mesa y empecé a tomar una por una las pastillas que sanarían mi dolor... un sorbo de agua, una pastilla, una por una iban ingiriéndolas. A la par solo pensaba en lo que estaba haciendo ¿en serio Wendy?, ¿lo estás haciendo? ... en mí solo había una respuesta: sí. Pensaba que era la única forma de acabar con todo, porque no eran fuerte, creía, para hacerlo de otra manera; no quería sentir más dolor que el de mi ya cargaba. Una vez que las consumo, me levanté de donde estaba, fui al sofá y alcé a Elsa, mi perrita, para acostarme y esperar que pasara lo que tenía que pasar. Recuerdo cómo se sentía el ambiente, estaba oscuro, las luces tenues de la calle se colaban dentro de la sala y la luna, rememoro, también iluminaba esa noche. Todo estaba oscuro, como mi alma se sentía... y, aun así, había luz. En eso, una voz en mi mente me decía que debía decirle a mi mamá lo que había hecho, pero, ahí, tuve que tomar una decisión y, definitivamente, mi decisión era que quería acabar con todo, con mi vida... creyendo que me pertenecía. Me sentía tan vacía y sin esperanza. Decidí entonces que viniera lo que tenía que venir, así que no dije nada, abracé a Elsa y cerré mis ojos esperando que... el ángel de la muerte viniera por mí. Pero no llegó. Pasaron las horas de una larga noche y una voz solo me dijo “ve a dormir”. Me levanté, tomé mi carta y a la mañana siguiente empezarían los siguientes 9 meses donde mi alma realmente encontraría la sanidad que tanto buscaba.
Hoy sé que estoy sana. Pasé por un mes de tratamiento en una clínica de reposo donde pasé navidad y Año Nuevo, bueno, fui afortunada porque me dejaron salir, así de consentida y amada soy. Mi mami esa mañana siguiente de la noche oscura supo lo que había pasado y me llevó al primer lugar donde me haría bien al alma.
Después de eso vendrían otros meses de lucha, y hasta que pude soltar las cadenas que me hacían daño, y terminé en Colombia resguardadas por una Pandemia, mi alma ha empezado a evolucionar y sanar.
Hoy sé que soy sana de la depresión, pero como todo tratamiento también ha dependiendo de mis ganas de luchar contra ella. Hoy sé que soy sana y sé aún más que cualquiera que batallé contra esto, depresión, ansiedad, ideas suicidas, sé que aun hay esperanza. Si estoy aquí es para llevar este mensaje, no me importa ser famosa por eso o por cualquier otra cosa, solo quiero llevar este mensaje que la sanidad por depresión es posible. Que la vida es sagrada y que el suicidio no es la mejor respuesta. Quédate aquí porque todavía hay mucho por vivir y hacer; solo necesitamos encontrar el camino que nos libere.
Lo comparto en este mes de la Prevención del Suicidio.
Si conoces a alguien que ha pasado por esto, hazle llegar este mensaje. Ama a la gente que lucha con esto, no les juzgues, ámalos, abrázales porque lo que muchas veces ayuda más que las palabras son el amor expresado en un abrazo.
Abraza y ama.
Sé libre y sana
Pd. Esta soy yo en la clínica, unas semanas después de haber entrado, y esta soy yo hace unas poquitas semanas.
Sí se puede
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